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El equilibrio ácido-alcalino, también conocido como equilibrio ácido-base, es esencial para la salud de nuestro metabolismo. Esta ley fundamental es crucial para el buen funcionamiento de los organismos de sangre caliente.

En lugar de confiar únicamente en un sistema inmunitario más masivo, que requeriría un cuerpo más grande para soportarlo, la naturaleza ha ideado una solución inteligente. Ha establecido “contratos” con diversos microorganismos que cohabitan armoniosamente con nosotros, ayudando a mantener nuestra salud. Por ejemplo, ciertos ácaros mantienen nuestra piel y nuestros bronquios, mientras que ciertas levaduras desempeñan un papel inmunológico clave en nuestros músculos.

Para mantener esta armonía, nuestro cuerpo utiliza mecanismos sencillos, entre ellos el equilibrio ácido-alcalino. La sangre y los órganos son ligeramente más alcalinos que los demás tejidos, que son más ácidos. Esta diferencia de pH mantiene cada tejido en su sitio y regula las poblaciones de microorganismos que allí residen. Respetar este equilibrio es crucial para prevenir o aliviar muchos problemas de salud.

Sin embargo, este equilibrio puede verse alterado por diversos factores, ya sean emocionales, bioquímicos, químicos o dietéticos. Comportamientos como el odio, la ira o el miedo, así como los desequilibrios hormonales y la exposición a sustancias químicas modernas, pueden acidificar la sangre, provocando una desarmonía interna.

Afortunadamente, el organismo dispone de mecanismos naturales para restablecer este equilibrio. Por ejemplo, los procesos fisiológicos corrigen el pH sanguíneo tras la digestión, mientras que los antioxidantes neutralizan las bases bioquímicas y químicas. Una vida emocional sana, en armonía con nuestro entorno, y una dieta equilibrada también desempeñan un papel crucial en el mantenimiento de nuestro bienestar.

Un factor clave que influye directamente en la digestión y en el equilibrio ácido-alcalino es el orden en que ingerimos los alimentos.

Comprender los mecanismos digestivos puede ayudarnos a estructurar mejor nuestras comidas para optimizar nuestra salud.

La absorción de nutrientes comienza en el intestino delgado con el agua y los azúcares, mientras que las vitaminas y las grasas se procesan en el duodeno. Las proteínas se descomponen en el estómago mediante los jugos gástricos. Por eso, para evitar la fermentación de los alimentos en el estómago, es aconsejable tomar los postres o la fruta al principio de la comida, cuando el estómago está vacío. Por ejemplo, la tarta de chocolate o la fruta tomada como aperitivo se enviarán rápidamente al intestino delgado, donde se digerirán con eficacia.

Del mismo modo, es importante masticar alimentos como las patatas, incluso en forma de puré, para garantizar una digestión óptima gracias a la ptialina, una enzima salival.

El estómago, aunque complejo, es capaz de gestionar distintos tipos de jugos digestivos, pero tiene sus límites. Por ejemplo, mezclar varias fuentes de proteínas animales o comer varios tipos de cereales el mismo día puede sobrecargar el aparato digestivo y provocar la fermentación de los alimentos.

Nuestra alimentación moderna, rica en diversidad pero a menudo desorganizada, puede provocar problemas digestivos y un desequilibrio ácido-alcalino. Para evitar estos problemas, es aconsejable seguir un orden dietético específico: empezar por los azúcares, las grasas y las vitaminas, luego las proteínas y, por último, las verduras crudas y cocinadas.

Este tipo de dieta favorece una digestión armoniosa y ayuda a mantener un pH equilibrado en el organismo.

También es importante limitar los alimentos y sustancias que acidifican la sangre, como el tomate, el café, el alcohol, el azúcar y la carne de cerdo. Factores ambientales como el tabaco, los disolventes y las sustancias químicas de los alimentos también pueden alterar este equilibrio. Para reducir la acidez, recomendamos consumir alimentos alcalinizantes como el hinojo crudo, el té verde con limón y los omega-3.

En conclusión, comprender y respetar el equilibrio ácido-alcalino, así como el orden alimentario, son los pilares de una buena salud. Adoptando hábitos alimentarios y de estilo de vida que favorezcan este equilibrio, podemos prevenir muchos problemas de salud y promover un bienestar duradero.

 

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